miércoles, 17 de febrero de 2016

Hace tiempo escribí en este espacio que no publicaría cosas sobre la maternidad que ahora asumo. Con el paso de los meses descubrí que aquello resulta imposible, los cuidados de mi hija bordan una impronta que no puedo simplemente dejar de lado. Supongo que esa idea tenía que ver con el miedo a dejar de lado mi vida, como si de repente temiera ser desdibujada por el peso de la responsabilidad y de todo lo que conlleva ser madre de tiempo completo. Es curioso porque siempre he estado sobre la pauta del feminismo y los estudios de género, pero igualmente admito que los lugares donde me he habitado durante mi experiencia de vida siempre me han implicado un extenuante trabajo de aceptación. Es decir, toda vez que me introduzco en un rol como hija, como amante, como mujer, como mujer bisexual, como socióloga, como escritora, como latinoamericanista, como esposa, ahora como madre, me llevan a definirme como un todo en ese rol. La carga cultural de cada rol re-semantiza en mi estructura mental una imagen de mí que muchas veces no reconozco y que me lleva al agobio sin más. En los episodios donde me he encontrado en un diván hablando de la angustia que me producen estos roles la amenaza que sale a la luz tiene que ver con que no me siento del todo cómoda o que simplemente me siento en falta. Ya se sabe que el deseo se apropia de todo y es ese mismo el que nos ayuda a sobrevivir, pero a mis casi treinta y dos años no logro comprender del todo ese afán de separar cada espacio de mi propia conciencia, como si viviera en un continuo estado de fragmentación. En estos seis meses donde Vida cada día me enseña que la perseverancia es el único respaldo que nos queda para no enloquecer, lentamente he llegado a comprender que no es posible separar mi trabajo de mi rol como madre, mucho menos porque por ahora trabajo en casa y menos aún porque ella colma todos los rincones. Inflamada de contradicciones y cuestionamientos caigo en el punto de que puede que exista una culpa inmersa en los diversos procesos de aceptación de cada uno de los roles que he adquirido. Como si sintiera que hacía el exterior debo disculparme porque soy bisexual, o esposa o madre y en este último rol, los tiempos toman un rumbo distinto, el ritmo no es que sea más lento, sino que es más inconstante. Todavía recuerdo que hace un año cuando di la noticia en el posgrado acerca de mi embarazo me sentía temerosa, incluso algo avergonzada, aunque curiosamente recibí mayor respaldo del ala masculina que de la femenina, luego platicaré sobre eso, en realidad me sentía algo irresponsable, como si hubiera defraudado a alguien y claro, luego está el rol de escritora, aunque ya se sabe que en realidad no tengo una vida activa en la pequeña república de las letras mexicanas, ese ínfimo espacio que he tejido en torno a lo poco que escribo temía que fuera a desaparecer o mejor dicho, no sabía cómo entretejer ambos espacios. El personaje que he tejido desde mi escritura, la Fabiola Eunice que comenzó a escribir acá como una chica en su veintitantos no tiene que ver con lo que ahora soy, por fortuna ni con la manera en qué escribo, ni con las lecturas, pero tampoco con los intereses. Sé que no quería ser esta clase de madre que de todo se agarra para visibilizar que lo es. La verdad es que con el tiempo una comprende que a nadie le importa lo que cada quien hace o es y vaya que duele reconocerlo, pero una vez que se interioriza esta situación, cuando el fin de la frustración llega, una puede ver la fotografía completa. Mi falta de producción nada tiene que ver con que sea madre, hace cuatro años que llegué a la Fundación para las Letras Mexicanas y dos desde que salí y no he publicado mi primer libro, tampoco he publicado muchos artículos y este blog siempre lo dejo a la deriva, creo que no me he comprometido seriamente con mi trabajo ni con mis deseos, pero sigo en la línea de fuego. Para cerrar esta sarta de digresiones entorno a mi experiencia entre la maternidad y el trabajo de escritora, puedo admitir que la manera de envilecer la maternidad tiene que ver con la autocompasión. Tengo unas ganas infinitas de ir a la exposición Si tiene dudas... pregunte de la artista Mónica Mayer, me parece que su trabajo deja muchas pautas sobre los temas de roles femeninos frente al trabajo creativo, espero ir en estos días y compartir mi experiencia de cara a sus piezas. En fin, el café se ha terminado y Vida no tarda en despertar. De nuevo amanece sobre esta ciudad que siento que reclama mis pasos acompañados de una niña que me enseña como vivir. Soy una mujer del alba.