miércoles, 8 de junio de 2016

Maternidades secuestradas

Afuera, un hombre amoroso canta una canción de amor para intentar calmar a su hija de casi diez meses... la guitarra y el llanto intermitente de mi hija acompañan esta entrada. Finalmente hace un mes visité la exposición de Mónica Mayer, Si tiene dudas pregunte. Tuve la fortuna de hacerlo en la visita guiada que la propia Mónica hace desde el inicio de la exposición en febrero. De manera incansable, como su propio trabajo y con la única finalidad de integrar al público, parte pendular de su obra, acompaña a la exposición que gracias a la curaduría de Karen Cordero en general funciona como una pieza. No negaré que la emoción me embargó al verla de nuevo, como hace diez años cuando me concedió una entrevista para mi tesis de licenciatura, pero en el fondo estaba emocionada porque mi pareja y Vida me acompañaron a una fase más de mi trabajo, ellos hicieron su recorrido por su parte, no deseábamos que el llanto de la bebé interrumpiera la experiencia de las demás integrantes del grupo. Pero ahí estaban, dispuestos a experimentar esa otra cara de mi maternidad, mi trabajo como socióloga y escritora. Ya se sabe que Mónica y su estilo de stand up es inigualable, todos los años como performancera han hecho de ella una mujer con una agudeza y sensibilidad únicas entre las chicas de su especie, lo digo de esta forma porque en mi trabajo me he enfrentado a trabajar con otras artistas que no siempre son tan abiertas, seguras y directas como lo es una de las formadoras de los emblemáticos proyectos Polvo de Gallina negra y Pinto mi raya. Desde hace diez años cuando me recibió en su casa noté inmediatamente su calidez y compromiso político, claro en aquella época yo no era sino una chica tímida y en ciernes de una formación académica que ahora lo sé, no terminará nunca, pero, a pesar de mi ingenuidad pude notar que esta mujer dejaría su impronta para siempre en mi conciencia política y en mi gusto estético. Durante estos diez años, me salí y regresé al feminismo, a los estudios de género y la única constante es que siempre aparecen muchas dudas sobre nuestro tiempo y sobre mi propia condición política, así como mi experiencia cotidiana dentro de mis roles. Lo digo así porque aunque en este blog he hablado sobre aspectos de mi vida que fundamentan mi praxis política y mi propia poética, creo que muchas veces he intentado marginalizar mi condición de madre frente a mi propio trabajo. Me he autocensurado, no sé si decir que el germen del machismo engendró un miedo a exponerme públicamente como madre, pero lo cierto es que todavía hace unos meses me estremecía que en el posgrado o en nuestro círculo de amigos, escritores, artistas plásticos, se me viera como una madre, como una mujer a la que hay que darle chance porque ahora es madre... y bueno, esa es la verdad, soy madre y además escribo y publico y hago una tesis, y tengo aficiones por la fotografía y sí, hago pasteles y una que otra vez me tomo unos gins, a veces algunos de más. Entre otras muchas cosas, la exposición retrospectiva del trabajo de Mónica Mayer me ayudó a confrontar dos miedos que muchas veces hacen que me autocensure, el miedo a la maternidad desde la luz pública dentro del quehacer académico y artístico y el miedo a exponer públicamente los diversos acosos que he vivido. El segundo punto lo discutiré en otra entrada, pues es obvio que luego del 24A con todo lo bueno y lo malo que ha sucedido el tema por fin salió a la conciencia social. Si algo puedo decir sobre la exposición y el efecto que tuvo en mí, fue el hecho de repensar la maternidad, los roles a los que nos enfrentamos y esa situación de maternidad secuestrada que vivimos constantemente, por el otro es cierto, pero también por nosotras mismas, o al menos en mi caso. La pieza Maternidades secuestradas y desde luego Maruca la mala madre crearon una confrontación sobre mi idea de la maternidad, pero también sobre cómo lo vivo de manera cotidiana. Vi entonces como sí hay un efecto de autocensura en mi trabajo, como si fuera una mácula, como si viviera con miedo de que los demás no me tomarán en cuenta porque crío a mi hija... como si la maternidad fuera un efecto lobotomizador. Debo de decirlo, me sentí aliviada, no solamente eso, me sentí tan acompañada en este proceso que muchas veces es muy duro. En las siguientes entradas seguiré hablando de la exposición, a casi un mes de que termine, sin embargo deseo terminar con un hecho que nos marcó para siempre como pareja. Cuando nos vimos al final de la exposición, noté que Conde estaba sumamente conmovido, tenía los ojos enrojecidos... me dijo que hacía años que una exposición no lo había tocada de la manera que el trabajo de Mónica lo había hecho, tenía un brillo como el que yo tenía cuando estaba embarazada, con toda soltura me estaba entregando mi maternidad trabajadora. Las piezas activaron en nosotros una idea de maternidad y paternidad igualitaria. Afuera, un padre está dando de desayunar a Vida mientras yo escribo estas líneas.

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